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viernes, 20 de julio de 2012

Era verano

Debía tener ocho o nueve años la última vez que cogí y me comí un higo chumbo....
Hoy hace calor y es lo normal, que el 19 de Julio a las 17 00 o el sol aprieta o algo va mal, así que he decidido entregarme a la sana tarea del recuerdo; rememorar aquellas caminatas en las que el aire vibraba y el sol caía sobre nuestras cabezas haciendo apenas una ligera sombra escueta sobre nuestros pies. Éramos pequeños, ni siquiera jóvenes, y el sol era algo que estaba allí para que no hubiera colegio y poder andar camino buscando higos chumbos que cortábamos con las cañas hendidas. Era verano en el sur y era verano de trabajo en el norte y los recuerdos son distintos, pero hoy mi memoria quería mirar al sur, a la piscina en la que se refrescaban las sandías y a las noches quietas de estrellas.
Hoy hacía calor en Madrid y yo quería acordarme del olor del calor, del sonido de las hierbas secas crujiendo al pasar y mirar a lo lejos la luz cálida del mes de Julio para volver a sentir aquella sensación de libertad mezclada con expedición y sorpresas entre los olivos cuando los mayores sudaban en la sombra de la siesta.
Era cerca de Sevilla y a esas horas sólo se movían las hojas de arriba de unos eucaliptos viejos que nos despedían de la estancia camino de los otros campos de olivos en los que los niños de la zona buscaban lagartos que echar a la sartén y que mi hermano se empeñaba en recuperar de las certeras pedradas que los hacían caer de las ramas retorcidas.
Era verano y  en la pajarera de los cardenales y los faisanes reales hacía el calor que las gallinas de Guinea echaban de menos en compañía de otros pájaros cuyo nombre no recuerdo pero que me dejaron la memoria llena de belleza.
Eran tardes de juegos con los perros propios y ajenos corriendo con Buca y asombrándonos de la enorme fuerza de Saghia cuando hacía restallar los huesos en el silencio de la noche.
Hoy he querido acordarme de cuando el calor no pesaba y la luz nos ocultaba de las clases y del frío del invierno en  compañía de primos, tíos y un olivar inmenso que nunca he vuelto  a ver y que hoy me ha hecho ser consciente de que el calor está hecho para recluir a los mayores y dejar en libertad a los pequeños que quieren oír la hierba crujir bajo sus pasos.  

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