¿Y no hay otra cosa que hacer?
El jefe de fútbol y la niña de escaqueo.
¡Hay que joderse!
Fátima Báñez, ministra de trabajo ella, busca un récord y anda buscando un sitio en la historia de los desastres cerca de Leyre Pajín y otras ofensas que se han instalado en el particular museo de los horrores de la política patria.
Esta rabisalsera jefona manda Tweets , travesuras infantiles según la nota difundida tras la cagada, reivindicando su altísima puntuación en el típico juego que Beteta quiere prohibirles a los funcionarios en sus ordenatas justo cuando su señorito le manda un buen pescado en forma de gestión de los acuerdos comunitarios.
Sabedora de su capacidad y de sus habilidades, también confía ella en la salvadora intervención del capote de la Virgen del Rocío, que si la solución de la movida depende de ella, mejor que la cosa dependa de la virgen. Para cagarse de miedo con la mezcla de inoperancia y adoración nocturna, pero es lo que se espera de las chicas del PP, siempre afines a roperos parroquiales, mantillas y palios del Corpus Cristi.
Y la búsqueda del récord no acaba aquí ni mucho menos, que para competir hay que presentar una relación completa y la mala baba también puntúa. Como los ERES hay que presentarlos en su chiringuito, la señora ministra se deja pillar mandando el expediente completo de la solicitud hecha por el PSOE a los medios de comunicación. Delito perfectamente tipificado que puntúa bastante en el marcador de la competición, por cierto.
La primera explicación, mala, que la identidad de una ministra en sus dispositivos personales no es una broma, pero como la segunda vaya en la misma línea de “cualquiera pude suplantar la identidad de la ministra”, la cagada de seguridad, protocolo, sensatez y discreción, puede alcanzar proporciones galácticas y ella encantada, que la cima y la gloria se acerca.
¿Qué hemos hecho en otras vidas para merecernos estos elementos contaminando nuestra política? Hemos sido malos del cagarse, seguro, si no, imposible explicarlo.
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