Estos hacen ruido, pero a la hora de actuar, van un poco a su bola de manera que su "normalidad" es peligrosa.
Hablando el pasado sábado con un amigo, veterano interviniente de muchas guerras políticas, le preguntaba por su opinión sobre la inexistencia de una Democracia Cristiana en España siendo, como fue, el partido madre que desde Italia, fomentó y apoyó a otro partidos que se quedaron con el espacio social que debería haber sido suyo.
Su opinión, injustamente resumida, se conectaba con esa mayoría de españoles que se declaran "creyentes no practicantes" y que prefieren que las cosas de la religión se queden en el ámbito privado sin dar el último salto a la escena política.
La verdad es que estoy bastante de acuerdo con esa opinión e incluso la propia iglesia debe saber y manejar una postura muy semejante, pues siempre ha preferido predicar y no dar trigo, que en traducción libre significa que es mejor movilizar la calle y amenazar que saltar a la arena y demostrar que, de verdad de verdad, no es más de un 12 o 15 % de la población la que se entregaría a la doctrina de forma completa.
Si alguien quiere una demostración de que lo que se comenta es bastante cierto, que analice lo que le ha pasado a Gallardón por creerse lo que le ha contado Rouco y lo que las fotos de las famosas misas de la familia parecían indicar. La actual ley del aborto molesta, y molesta mucho, a un reducido núcleo de irreductibles mientras a que a otros les va muy bien para criticar a la izquierda mientras se sienten, en el fondo, muy a gusto con ella y con la ley del divorcio y otras tantas que tanto "amenazan con destruir nuestra sociedad" , pero de cambiar, lo que se dice cambiar, no quieren cambiar nada.
Y así estaban las cosas hasta que Gallardón, dando rienda suelta a su verdadera naturaleza escondida en bajo una falsa apariencia de centrismo moderado, vuelve a equivocarse y se cree un discurso que le hace pasarse varios pueblos en su frenada para acabar teniendo que afrontar un universal rechazo a su insensibilidad y estupidez.
El poder es, muchas veces, venenoso y tiene cualidades de estupefaciente, hace confundir la realidad y los que detentan el poder se despeñan por el abismo de su propia mentira.
Gallardón volverá a mentir, volverá a lavar su imagen buscando un sitio que cada vez se le hace más pequeño y más esquivo, pero la carta de la moderación ya la ha quemado en una baza perdedora. Que le den y que se de cuenta de que esa ley le va a costar al PP una puntilla social del mismo calibre que la amnistía fiscal. Los titulares de la política son así porque ellos así lo quieren, de manera que no se queje.
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