Pasan los días y el cuerpo pesa bajo el calor de un verano que de niños era eterno y de mayores, pesado. Hace semanas que el calor nos pasa por encima y sin darnos cuenta, su peso aplasta a los perros contra las baldosas frescas del interior de la casa y ya no les apetece tanto correr detrás de los conejos, que la cosa no está para excesos.
Vivimos en el calor y los juegos olímpicos se nos presentan como una maravillosa excusa para languidecer delante de la televisión oponiendo nuestro cuerpo al aire que expulsa el ventilador, vigilado con ansia egoísta ante cualquier intento de redirección.
Es tanto el verano que hace que ni siquiera apetece despotricar de la política y del desatino con el que intentan esconder su incompetencia esos futuros cesados de este gobierno perdido en un páramo de ineptitud orgullosa y reincidente.
Estamos algo más que fritos, intervenidos y en la mesa de autopsias, así que abramos nuestros brazos a esos tecnócratas que nos gobernarán para descubrir que, a pesar de lo malos que son nuestros políticos este país tiene un futuro adecuado, normal y necesitado, sólo, de un gobierno decente, adecuado y medido, no desmedido y corrupto.
La cosa nos costará años y paciencia, además de trabajo y constancia, pero eso sabíamos hacerlo, es cuestión de no haberse olvidado de dónde están el pico y la pala.
P.D. Por cierto, si alguien me explica cómo meter fotos desde el IPAD, se lo agradecería, que no me chuta
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