La vamos a cagar...seguro.
Un estudiante normal y corriente, no muy “teki” pues se dedica al derecho, compra una impresora 3D de segunda mano y fabrica, él solito y sin ayuda, las piezas de una pistola de plástico que funciona perfectamente. Como siempre, la retorcida mente humana es capaz de imaginar todo aquello que el inventor de cada cosa jamás soñó que fueran posibles.
Los ingenieros, imagino, pensaron que esa impresora era un excelente elemento para comprobar diseños y ver si las piezas encajaban, ver si la aerodinámica estaba conseguida y cualquier otra tontería, pero me jugaría la barba a que nadie pensó en que algún colgado fabricaría una pistola, un lanzallamas o cualquier arma que a cada quien se le pudiera ocurrir.
Estamos hablando de aumentar la inseguridad en un país que considera normal que coleccionistas privados tengan cañones en casa en perfecto estado de funcionamiento, ametralladoras pesadas de principios del XX y que considera un insulto hacer esperar 72 horas a un posible comprador de armas para saber si es un asesino en serie o similar.
Se acerca el sueño de la Asociación del Rifle Americana y me imagino que ya están pensando en las diferentes maneras de hacer accesible esta maravilla tecnológica: en lugar de las tiendas de fotocopias de nuestra época de facultad, veremos franquicias equipadas con impresoras 3D en las que los clientes podrán “imprimir” las piezas con las que montar el arma elegida entre cientos de “kits” desarrollados y certificados por la ARA. En la misma tienda habrá municiones especialmente calculadas para no dañar el plástico, cartucheras y complementos para el niño y la niña.
Lo de IKEA va a ser un juego de niños, lo veréis.
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