La vida es el súcubo de la muerte
Alguna vez he escrito sobre la vida como una rara anomalía en el mundo de las reglas físicas, la extravagancia que significa cada organismo vivo como estructura organizada y erráticamente empeñada en auto reproducirse sin tasa y sin control alguno. Cada organismo vivo, aislado y en disposición de acceder a la energía necesaria, lleva en si mismo la semilla de la dominación de todos los recursos y la colonización de todo el espacio disponible.
Para algunos, este potencial es signo de la presencia de dios -le llamen como le llamen - y para mi es la demostración de su ausencia. Todo el mundo natural se basa en principios de lucha-dominación-éxito-muerte que no me habla de nada positivo sino que me pone ante los ojos el absurdo de un derroche inmenso y de un sufrimiento extremo.
La vida es un proceso que, una vez alcanzada la consciencia, se revela cruel hasta el extremo, pone de manifiesto un inexistencia de empatía entre víctima y verdugo que implica la total ausencia de conmiseración, bondad o valor positivo alguno.
La vida supone exceso, derroche y crueldad hasta límites infinitos, todos ellos alejados de cualquier idea de bondad, armonía o regalo. Vivir es una condena que obliga a matar, a destruir, a robar nutrientes y energía obteniéndolos de otros seres vivos que pelean de igual manera contra el mundo.
Hoy, en plena oleada de endemoniados -Rouco nombra 8 exorcistas para la diócesis de Madrid - permanecemos ajenos a la realidad , no queremos reconocer que l a vida es demoníaca en si misma y nos convierte a todos en sumisos súcubos de la muerte.
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