Radiaciones de nuevas estrellas en la nebulosa del cangrejo
El ser humano mira a las estrellas desde que se puso por primera vez sobre sus dos pies; el universo y la noche reta a la especie y pide a gritos ser explicado y nosotros inventamos dioses que tratan de explicar lo que nuestro conocimiento no sabe o, mucho más modestos, enfrentamos la inmensa incógnita con la herramienta de la ciencia aceptando la real medida de nuestra actual capacidad.
El hombre lleva siglos tratando de explicar el universo conocido sin saber, hasta hace pocos años, que el “universo conocido” no supone sino un escaso 5% del verdadero universo. Energía Oscura y Materia Oscura, con un 70 y un 25 % respectivamente, aportan el resto, que es lo mismo que decir que no sabemos nada del 95% de lo que supones es el universo.
No somos más que una pequeñísima excepción que habita en una minúscula parte del 5% de un universo que desconocemos y sin embargo, las religiones nos quieren convencer de que somos poco menos que la razón de la existencia de dioses diversos a los que rendir pleitesía y adoración. ¿Dioses diversos dedicados a algo tan infinitamente pequeño e insignificante perdido en la inmensidad de una obra cuyo tamaño real se nos escapa? La idea me parece cada vez más absurda, pero la realidad, la penosa realidad del hombre con respecto al universo me sigue pareciendo un reto intelectual más que interesante.
La realidad siempre ha sido un reto intelectual para el ser humano, más concretamente, ha sido EL reto; el primero, el original, aquel cuya explicación última se sigue escapando para llevarnos, en su persecución, a cimas cada vez más altas de conocimiento. Esa carrera, larga y universal, ha edificado la filosofía y ha creado la ciencia, nos ha dado mucho y nos promete mucho más todavía, de manera que parece que la cosa merece la pena. Las próximas décadas nos deparan enormes sorpresas cuya explosión cambiará, seguro, nuestra forma de relacionarnos con el conocimiento.
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