Bienvenido a mi blog.

Por favor, participa, deja tu comentario y marca si te ha gustado o no.
Muchas gracias por tu tiempo y tu atención.

lunes, 22 de marzo de 2010

Semana Santa

23 de Marzo



Me escribe Guillermo Pérez, periodista de raza antigua, bebedor de tinta de rotativa y fumador compulsivo por la necesidad de tocar papel, para solicitar un comentario sobre la Semana Santa en España. Como me ha pillado relajado y es un tema al que, a veces, le he dedicado la atención de mi media neurona, me parece que van a ser algo más de dos letras.
Lo primero que me viene a la cabeza es aquella Semana Santa de mi infancia; la Semana Santa en blanco y negro en la que se había muerto Dios y España, literalmente, estaba de luto. Recuerdo aquel tedio espantoso de radios con música sacra; visitas a Iglesias en las que reinaba la negrura de oficios interminables y recuerdo, también, la alegría de recibir el regalo del padrino en forma de Mona de Pascua. Esta costumbre catalana me otorgaba una ventaja especial sobre mis amigos madrileños, que no tenían posibilidad de empatar ese lance de la fortuna, pues no es costumbre de la villa y corte.
Recuerdo un Madrid de cines cerrados en el que no se podía hacer nada, ni jugar en la calle o hacer ruido en las casas. También me acuerdo de la indignación de un señor –pobre imbécil – y sus amonestaciones por reír en la calle “cuando se había muerto Jesús”.
Recuerdo todo eso y recuerdo que, como si hubiera transcurrido un solo instante en mi memoria, muerto Franco, entró la luz y la Semana Santa se llenó de color, de ansias de playa, de salidas masivas en interminables caravanas de coches atascando carreteras y autopistas. A España le habían quitado el luto y desde entonces, nos dedicamos a vacacionar con hambre atrasada y como si lo fueran a prohibir.
Pero la Semana Santa, además, conserva y cuida tradiciones religiosas que han trascendido el ámbito de lo puramente litúrgico y colonizado la inclinación a la fiesta propia del españolito de pro. La Semana Santa de Sevilla es una excusa para estrenar vestidos, seducir posibles novios o “ligues” y lucirse a sí mismo tanto como se luce el paso en el que desfila la imagen objeto de devoción.
Eso en el sur, que en otras partes también hay tradiciones siniestras que ahora son muy atendidas como los ensogaos, especie de martirio ofrecido para purgar culpas; los famosos tambores de Calanda, que son golpeados hasta que la sangre de las manos del entregado tamborilero empapa el parche y otros cientos de rituales que perviven entre copas, risas, playas, arroces y cucuruchos de camarones.
Y acabemos con mi percepción personal de esas celebraciones de Sevilla, para mí las más completas en cuanto a posibilidades. Lo primero que tengo que hacer es reconocer ciertos momentos de una estética impactante: la catedral a oscuras mientras desfila un paso; un rincón del barrio de Santa Cruz, con los faroles apagados para que las velas del paso dibujen sombras mientras los costaleros hacen bailes con los quintales cargados en la espalda…
Todo eso lo reconozco, pero también me reconozco observándolo todo con la distancia emocional que puede mantener un sueco, pues las gentes que a eso se dedican me resultan ajenas, lejanas e incomprensibles. Para mí es como seguir un ritual pisidio con un matiz importante: me produce pudor y vergüenza ajena. La exhibición púbica de la religiosidad, me resulta mucho más pornográfica y ofensiva que la película más X que se pueda comprar en un sex shop.
Como despedida propia de la época, tengo que hacer una confesión pública de mi absoluta perversidad, mala inquina y peor calaña: todos los años pongo mis mejores deseos en que llueva a mares y se tengan que suspender las procesiones. Dios me castigará, seguro, pero juro que disfruto, con lo que otros llamarían sadismo, viendo en la televisión los reportajes llenos de gente llorando desconsoladamente por no poder sacar el paso bajo la lluvia. No puedo evitarlo: me río como un poseso y me lo paso fenomenal. ! Qué le vamos a hacer!
Espero que este personal punto de vista sobre la Semana Santa en España no disuada a nadie de darse un baño de multitudes y viajar hasta Sevilla, Córdoba, Valladolid etc mientras que yo, perro viejo, me quedo en casita disfrutando de ver, a los demás, llorar bajo las lluvias y los fríos propios del mes de Abril.

4 comentarios:

  1. Ya se que no es el sitio pero he tenido una crisis de información y tengo tu email antiguo y móvil antiguo, así que aprovecho este canal para felicitarte y desear que no llueva en Sevilla. Un fuerte abrazo y adelante con la escritura.

    ResponderEliminar
  2. Desde Coruña me ha llamado la atención este relato, y si bien comparto el fondo de lo dicho; me llaman la atención y es que le resulte ofensiva tanto esta expresión como la pornografía; facil de curar amigo, si te produce desasosiego no la mires, es facil;en cuanto al deseo de ver a la gente llorando tiene peor solución, placer conseguido sobre mal ajeno sin beneficio propio tiene nombre. Añadir que yo pese a haber crecido en ese ambiente del que huyo, reconozco su valor estético, y te sugiero dos sitios donde pueden aflorar sentimientos más agradables, y son Zamora y Braga (Portugal). Saudos

    ResponderEliminar
  3. Para el anónimo coruñés: muchas gracias por comentar la entrada, que siempre es agradable.
    Matices: la comparación la hago en función de que considero más íntimo el sentimiento religios, que solo afecta a la persona, que el mismo acto sexual, que necesariamente implica a dos personas. Si la actividad sexual pertenece al ´mbito de los "escondido" mucho ás la manifestación religiosa. Es por eso que ver a la gente grtando piropos a la Macaren o d´ndose golpes de pecho o latigazos de arrepntimiento, me produce un cierto sentimiento de estar viendo lo que no debería ser visto y que llamo pudor.A mucha gente, ese pudor se lo produce la vista del cuerpo humano desnudo, cosa que a mi, de producirme algo (que me lo produce) no es pudor, lo peudo asegurar. ¿Mejor explicado? J Tranbel

    ResponderEliminar
  4. Tu relato me parece innecesariamente destructivo y ofensio para tantas personas que viven con devoción e ilusión la culminación de sus esfuerzzos y de sus sacrificios. Si no sintieran "algo profundo" no derramarín ninguna lágrima. En este caso no me parece oporuna tu alegría, lo siento.
    Mientras ellos mecen los "pasos" o lloran por no poder hacerlo dedícate a admirar el paisaje que te rodea y que cada uno viva sus emociones como quiera. Que no se sientan ofendidos por tus opiniones.
    27 de Marzo 2010 A.M.

    ResponderEliminar