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jueves, 1 de marzo de 2012

La vida es eso que pasa….

Hasta Homer se ha dado cuenta de que el deseo es infelicidad.
El que se puso a pensar en las diferentes maldiciones que asolan nuestras vidas, se olvidó de una de las más importantes y si no se olvidó, tuvo la mala leche de no avisar y dejar que nos encontráramos con ella sin que nadie lo hubiera contado. Me refiero a la maldición de la  ausencia presencial, esa maldición que hace que la vida sea algo que pasa lejos de nosotros mientras nosotros nos afanamos en otras cosas que nada tienen que ver con la felicidad.
Hemos cambiado la plenitud por la longitud, los picos por las planicies de una vida prolongada hasta el absurdo cuando nuestra naturaleza reivindica la explosividad de lo intenso. Eso tiene consecuencias nefastas en nosotros, nos lleva a ser espectadores en lugar de actores y además, durante un tiempo demasiado largo. Nos lleva a recordar la pasión como algo ajeno mientras que nuestros días se llenan de cotidianidad, de normalidad y de pasividad ante lo que ocurre en el lejano escenario de la vida.
Mi vida cambia y lo noto; mis ritmos añoran otras cadencias y la emoción de la sorpresa. Mis días se parecen demasiado y hay más pasado que futuro. Sólo queda el deber, la presencia obligada, el trabajo y la obligación, el ejército de sombras rutinarias que barren los recuerdos  y señorean los tiempos. Me queda abrazar la quietud y recordar, constantemente, que el deseo es fuente de infelicidad y que la quietud es sabiduría. Jode pasar de la arena a la barrera, así que habrá que conformarse y desear no desear.

3 comentarios:

  1. Ondiá, qué vida. Tú no tienes hijos, no? XD Venga, que la aventura la creas tú, no la esperes regalada!

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  2. Totalmente de acuerdo contigo. Muy bued post
    Un saludo

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