Maria Santos, la demostración de que no todos los políticos son cobardes y corruptos.
Como si la realidad se empeñara en demostrarnos que debemos elegir siempre entre el bien y el mal, el honor y el deshonor, la verdad y la mentira, los diarios nos colocan, hoy, ante dos noticias contrapuestas que ejemplifican la realidad de dos posturas antagónicas: la honradez y la corrupción en el desempeño de la política.
El primer ejemplo, heroico, atroz y habitual en el México destruido por las familias de la droga, nos lo da María Santos Gorrostieta, ex alcaldesa de una ciudad del estado de Sinaloa, plaza fuerte y exclusiva de los narcos. Antes de conseguirlo, esta heroína había sido tiroteada dos veces y en la tercera, la definitiva, ha sido secuestrada, torturada y muerta por el único delito de haberse resistido a la corrupción, el tráfico de seres humanos y droga y no doblegarse a la domesticación mafiosa de los delincuentes. Honor y gloria para esta ejemplar ciudadana que será olvidada en pocas horas.
La otra cara de la moneda, le vergonzosa cara de la sumisión, la de la mansa cara de del servilismo culpable, doloso y corrupto, nos la ofrece el gobierno de la Comunidad de Madrid, encabezado por Ignacio González al legalizar la usura como uno de los negocios legales de Eurovegas. Obviamente, en la ley no se cita esa denominación, que queda camuflada por otros nombres aunque todos sepamos leer y nos imaginemos la raíz de la ley.
La gestión pública ofrece, casi siempre, esas dos caras de un Jano bifronte capaz de asquear y asombrar, pero en España parecemos abonados a la arcada cuando se trata de acercarnos a lo que nuestros políticos enseñan. La casualidad ha hecho que el mismo día el honor y la vergüenza sean noticia contrapuesta y que nosotros podamos elegir con cual de las dos caras de ese Jano queremos relacionarnos. Gracias a María Santos y a otros muchos como ella, nadie podrá decir que no hay otro camino, que no existía la opción del honor y la coherencia, por mucho que los González del mundo escuden su cobardía tras leyes indignas basadas en la corrupción moral más cínica y abyecta.
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