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viernes, 23 de noviembre de 2012

Los cismas los carga el diablo


Ya la tenemos liada

Benito XVI es un inconsciente temerario que olvida la historia de la cristiandad y juega con fuego  alrededor de la estopa del cisma. La cuestión no es baladí y un pronunciamiento a la ligera, como el realizado, puede dar lugar a muy funestas consecuencias para el gran rebaño de los fieles a la doctrina del  romano pontífice.
Cuestiones que fueron consideradas menores con el paso de los siglos, han sido causa de herejía, matanzas, guerras y cismas, de manera que no cabe considerar menor una cuestión cuyo pronunciamiento y reflexión ha tenido lugar durante nueve largos años, los invertidos por Benito en alumbrar el libro dedicado a la infancia de Jesús. Nueve años, 3.285 días invertidos en escribir 147 páginas nos da una media de más de 22 días por página y eso implica una reflexión muy profunda y pausada sobre todos los temas tratados, así que nada de lo que encontremos en sus páginas puede considerarse como una cuestión baladí.
Benito nos ilumina y de un plumazo, sin aviso previo, elimina dos figuras clave en la iconografía católica desde hace siglos: el buey y la mula ya no forman parte de la escena del nacimiento de Jesús ¿Quiere eso decir que tampoco había portal? Si no había buey ni mula la implicación es enorme, pues salimos de las cuadras para entrar en un mundo ignoto cuya arquitectura puede dar lugar a muchos errores teológicos sobre los que Benito no nos da guía espiritual o intelectual alguna.
Según algunos, el buey y al mula tenían una profunda significación y representaban la reunión de Cristo con su Iglesia, la resistencia, el valor de la palabra que ahora se desvanece sin apoyo y sin núcleo gravitacional que ancle al pueblo de cristo en el centro mismo de la humildad de su nacimiento.
Mal, Benito, muy mal: no se puede arrancar una certeza sin dar nada a cambio y más, en época de crisis. ¿Ha pensado el sabio catedrático de Pedro en ofrecer un sustituto a la enorme pérdida que esto supone para la industria de la alfarería y para la imaginaria toda? ¿Cómo remplazar los ingresos que esa devoción generaba? Y lo que es más importante: ¿Cómo coño se calentaba la sagrada familia sin el cálido aliento de tan beatíficas bestias?
Benito es un inconsciente sembrador de vientos propiciatorios de negras tempestades teológicas y sobre su cabeza se cierne la vergüenza de la historia, juez implacable cuya jurisdicción supera a la del propio Benito.
Fernando: resiste, la verdad de la historia te ampara y tu deber te espera. No al sacrificio de las sagradas bestias. Esperamos tu contribución al belenismo auténtico y verdadero. Tienes una cita con la historia.

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