La mayoría de las ocasiones pasa en silencio, desapercibido y camuflado tras cortinas de humo, pero en España hay un poder judicial en la sombra cuyas decisiones empiezan a tener consecuencias peligrosas. No sólo el actual gobierno del PP se ha instalado en el terrorismo penal: el PSOE del gobierno Zapatero puso en la calle a 3000 condenados, Aznar a mas de 5000 y Rajoy lleva ritmo de romper cualquier registro anterior.
El poder ejecutivo ha invadido, de hoz y coz, el terreno judicial al liberar a un número altísimo de delincuentes que, además, poseen un perfil especialmente repulsivo para la sociedad. La última decisión a afectado a unos policías, Mossos catalanes, condenados nada menos que por torturas y en dos ocasiones. Zapatero se despidió Indultando a un condenado llamado Alfredo Sáenz por delitos probados sin que nadie pudiera entender tamaño desatino contra la decencia y las buenas prácticas bancarias.
La capacidad de indultar es algo que la ley contempla y que, tradicionalmente, se ha considerado como algo excepcional; un hecho aislado más bien folclórico de reminiscencia antigua y cercana al folclore religioso de la Semana Santa y sus ladrones buenos que no amenazaba al imperio de la ley.
La actual deriva del PP con la justicia, indultando policías torturadores a la vez que se impide el acceso a la justicia universal a base de tasas disuasorias que cierran el camino de los tribunales a una parte importante de la población, da mucho miedo. Da tanto miedo que la cosa recuerda los peores tiempos del inicio de los derechos civiles; suena a retroceso, a siglos pasados, a clases sociales separadas por barreras y distancias infranqueables. Lo que está pasando suena a pesadilla envuelta en la cínica sonrisa de José Ignacio Wert y sus tasas universitarias para que la educación vuelva a ser patrimonio de los de siempre; suena a reacción con una nobleza reconvertida en clase política; suena a que estamos a punto de olvidar la historia de antiguas injusticias para recrear luchas de hace casi veinticinco siglos:
“Debido a la dura aplicación de las leyes sobre la deuda por el cónsul Apio Claudio Sabino Inregilense, los plebeyos salieron de Roma en el 494 a. C. para instalarse en el Monte Sacro (Montem Sacrum) y rechazaron prestar el servicio militar; fue la primera secesión de la plebe. Se crea un estado paralelo, eligiendo su propia asamblea, la concilia plebis y sus propios representantes, nombrando dos tribunos de la plebe”.
Que nadie se confunda: La reacción no olvida y acecha en la sombra para recuperar los terrenos que un día perdieron.
El PP, en realidad todos estos gobiernos que nos quieren pasar por democráticos, indulta a banqueros y policías torturadores pero se lo niega a presos reinsertados. Una prueba más de la calaña asquerosa que nos gobierna. ¿Hasta cuándo?
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