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martes, 20 de noviembre de 2012

¡¡¡Me cago en los monos!!!!




El cabrito parece saberlo...
Cuenta la prensa y con prevención hay que tomarlo, que el hombre comparte cierta tendencia depresiva con los grandes simios, los llamados Póngidos, en la madurez de la vida. La curva de la felicidad, otra distinta a la barriga cervecera de los casado, tiene forma de U, de manera que la inconsciencia de la juventud nos hace ver todo de color de rosa y somos felices, la realidad nos alcanza en la madurez como un puñetazo en el hígado y  la vejez nos engaña con una conformidad temerosa que se satisface de mínimos.
Conclusiones se pueden sacar muchas, pero el resumen no deja de ser lapidario: la peor etapa de nuestra vida, aquella en la que acumulamos infelicidad y frustración, nos llega a la vez que el desengaño y la constatación de que los sueños se fueron y hay que gestionar sus cenizas; los recuerdos de aquello que quisimos ser  enfrentados a lo que realmente somos. Una comparación especialmente odiosa que nos asalta día a día y que nos condena a aceptar el asqueroso hecho de convivir con el mismo ser repugnante que nos mira desde el espejo y nos recuerda todos los actos innobles de nuestra vida.
Y aún hay algo peor: comprobar que nuestro paso por el mundo es, y será,  absolutamente intrascendente, que nuestra vida no ha cambiado nada, que no ha servido, ni servirá, absolutamente para nada y que no hay excusa para tanta normalidad. Sólo unos pocos, los elegidos y los capaces, los menso, podrán despedirse con un saludo orgulloso al grito de “ahí queda eso”.
Los demás, la inmensa mayoría, volveremos al polvo dejando un leve rastro de efímeros recuerdos envolviendo la vacuidad de nuestras vidas.
Hay que joderse con los putos monos.

2 comentarios:

  1. Depriemnte pero real como la vida misma

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  2. Putos monos y putos espejos. Para la gente que piensa, lo más jodido es enfrentarse a su propia crítica. Puta conciencia también que no te deja tranquilo y que no se contenta con diez avemarías.

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