Ella no tuvo la suerte escapar
Ser mujer es, en muchas zonas del mundo, una condena larga,
siniestra, cruel y sin salida. Una niña de catorce años se ha liberado de esa
condena por vía del asesinato que promueve esa absurda costumbre basada en la
sharía y en no sé que ley de las tribus pastunes que convierte a la mujer en
algo de menos valor que la cabra más tiñosa de sus rebaños.
Mientras eso pasa día si y otro también en ese maldito
páramo alpino de desiertos y crueldad,
en Hungría han pedido la lista de ciudadanos judíos. Lo ha hecho un partido de
extrema derecha con bastante representación parlamentaria y con esa acción ha
cubierto de vergüenza al parlamentarismo europeo.
No puedo entender que sigan pasando esas cosas y que la
comunidad internacional las tolere. Han decapitado a una niña porque su padre,
con catorce años, no quería concertar el matrimonio con su primo, el mismo que
al ser rechazado, decidió y consiguió matarla con ayuda de otro valiente.
Tengo tanto asco, tanta repugnancia y tanto rechazo
acumulado que necesitaría libros enteros para explotar como deseo. Mientras tanto,
¡Hijos de puta!
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