Mala leche tenía el caballero
Hace unos días, a propósito de las salvajadas habituales ocurridas
en Oriente Medio, la zona que antes se llamaba Palestina y que incluye la
actual Israel, escribí una entrada que, en tono irónico titulaba como “Jehová
no da ni palo” y hacía una referencia irónica a la pretendida naturaleza de “pueblo
elegido” de los israelitas, a los que la
historia ha tratado bastante mal si las referencias históricas con las que
contamos pueden considerarse como verdaderas.
Un anónimo lector me contesta, muy educadamente:
“Considero Juan Manuel
que no tomaste tiempo para leer lo que Jehova Dios dijo respecto de esta nación
a futuro, y todo lo que hizo con las naciones que se opusieron a Israel en
tiempo de conquista, lo unico que impidió que les diera toda la tierra fue su
reveldía contra Dios y sus leyes. Debe tomar en cuenta que todo lo que Jehová a
dicho lo a cumplido y esa es una promesa pendiente que ejecutará en su segunda
venida” (Faltas incluidas)
La verdad es que llevo un ratito pensando en cómo contestar
y en qué decir, pero confieso que ante tanta candidez no tengo una postura muy
definida, pero cada idea de las expresadas se merece un tratado completo.
“Las naciones que se opusieron a Israel” Que yo sepa, un
cerro de ellas que les dieron a los “elegidos” hasta en el cielo de la boca:
Egipcios, Persas, Macedonios, Romanos…hasta los Ingleses hasta que se marcharon dejando la guerrita de rigor bien
montada.
“Reveldía contra Dios y sus leyes”. Un pelo cabrito y
vengativo el caballero, que ya está bien como castigo por un simple becerro,
aunque fuera de oro. Además: ¿Los masacrados por Hitler también tenían culpas
heredadas? Una pasada bastante sádica, la verdad.
“Segunda venida” ¿Es que ya ha venido una vez y nos lo hemos
perdido?
Querido anónimo: leí hace años esos cuentos de pastores
incultos llenos de engaños, incestos, pedofilia, venganzas injustificadas, incitación
al parricidio, machismo, desprecio a hijos y mujeres, burlas y contradicciones;
lo leí con tanta atención que me convencí de su falsedad, de su intento de manipulación,
de lo absurdo de sus leyes y preceptos:
su lectura puso las primeras piedras sobre las que edifiqué un sólido ateísmo
con el que vivo desde entonces.
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